«La luz nos dibuja cada día»
La artista Victoria Civera (Puerto de Sagunto, 1955) participó en los encuentros de la Torre de Don Borja el pasado 26 de octubre. Su trayectoria artística, que abarca más de cuatro décadas de trabajo, goza de reconocimiento nacional e internacional y ha merecido, entre otros premios, la Medalla de Oro de Bellas Artes del Estado español. Además, recientemente, ha sido nombrada académica de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Durante la conversación, Civera habló de su larga trayectoria artística, desde sus inicios en Valencia hasta sus trabajos más recientes, pasando por su decisiva llegada a Nueva York junto con su compañero, el también artista Juan Uslé. En el diálogo se abordaron además las dificultades que como mujer se ha ido encontrando dentro del mundo del arte a lo largo de las últimas décadas.
Civera trabaja desde finales de los ochenta a caballo entre sus estudios en Nueva York y Cantabria y su trayectoria, ampliamente reconocida y una de las más respetadas de su generación, mereció en 2023 una ambiciosa retrospectiva en el Patio Herreriano de Valladolid, en la que se reunieron obras creadas a lo largo de casi medio siglo. Civera, precisamente, es una de las artistas que forma parte de la exposición temporal ‘Artefactos, la elasticidad de la escultura’, que se puede ver en la Torre de Don Borja hasta finales del próximo abril.
La obra de Victoria Civera es abierta, heterogénea y difícilmente clasificable, pues conviven en ella la pintura, la escultura, la fotografía, el vídeo y la instalación. La artista, imposible de encasillar, fluye de la abstracción a la figuración y de la figuración a la abstracción, dinamitando la rigidez de esos conceptos. Su compromiso con la creación, que se funde con su compromiso con la vida, es el elemento más estable de su medio siglo de trabajo. Ese compromiso le ha llevado a dejarse guiar en todo momento por sus intuiciones y a ser ambiciosa en el terreno de la creación, aunque esa ambición fuera a contracorriente de las demandas del mercado del arte.
La naturaleza, los afectos, la familia y la mujer sobrevuelan todas sus creaciones, desde las pinturas de pequeño formato a los cuadros de grandes dimensiones, las piezas audiovisuales o las instalaciones que empequeñecen, con su escala, al espectador. El estudio, para Civera, se convierte en un refugio para protegerse de las asperezas del mundo y crear allí una suerte de microcosmos en el que acaba germinando la vida a partir de materiales que en muchas ocasiones son sencillos, pobres en apariencia y cotidianos.